miércoles, 9 de julio de 2014

Agente PNC: "Su libro me hizo llorar de tristeza, de impotencia"

Desde que presenté en El Salvador "Infiltrados: Crónica de la corrupción en la PNC (1992-2013)" he recibido muchos mensajes y llamadas de agentes policiales, fiscales, colaboradores judiciales o ciudadanos que han vivido cerca de la corrupción que carcome a la Policía desde su nacimiento. Cada historia es una reiteración de la tesis principal del libro: la corrupción institucional en la PNC ha sido sistémica. Hay quienes -agentes sobre todo- me cuestionan por concentrarme en los oficiales de la Fuerza Armada: muchos de los que vienen del FMLN también han sido corruptos, me dicen. Y hay quienes -la mayoría- me dicen que la cloaca es mucho más profunda. Aquí reproduzco el correo electrónico -tras las verificaciones de identidad pertinentes- que me envió un policía que leyó "Infiltrados" (el correo se reproduce como fue escrito; solo he cambiado algunos signos de puntuación).


Que tenga muy buen día, Señor Silva. 
Vamos a dejar las formalidades por el espacio. Leí su libro Infiltrados y no podía esperar menos de un periodista como usted. Antes de esto, no sabía de usted, pero su padre fue una persona con muy buenas intenciones en mi humilde opinión. En general no me decepcionó, pero si me gustaría sacarme algunas espinitas que me quedaron clavadas en la garganta a lo largo del libro. 
Soy policía desde (hace) diecisiete años. Al principio fue por necesidad, pero con los años, uno llega a sentirse parte de una institución y duele en el pecho cuando un compañero muere, cuando a otro le va mal simplemente por hacer su trabajo, cuando nos damos cuenta que los gobiernos y los funcionarios nos utilizan para sus intereses, o cómo es tan común, cuando con sus actitudes, los jefes de ese grupo al que usted se refiere en su libro, hacen parecer como que ellos son los dueños de la hacienda y los demás sólo somos simples mozos y peones a su servicio. Como seguramente ya infirió, no soy ninguno de esos policías que salen en la tele apropiándose del trabajo de los compañeros (Arando vamos dijo la hormiga montada en el buey). Soy un policía de esos que mueren de hambre en la calle, pero aunque gracias a Dios no paso hambre; también tenemos nuestros sentimientos.
Creo que la mayoría de nosotros, y sí creo que somos la mayoría, nos levantamos cada mañana queriendo luchar contra las injusticias y crímenes que se cometen contra nuestro pueblo, contra nuestros vecinos, contra nuestros amigos, contra nuestras familias y muchas veces contra nosotros mismos individualmente. Aunque no lo crea, me parece que la mayoría de nosotros quisiera ver un día un país que nos respetara y tuviera la plena confianza de que su policía está allí para que ellos se sientan seguros y asistidos en cualquier necesidad. 
Desafortunadamente, la realidad es muy diferente, existen muchos malos policías entre nosotros los de abajo, pero cuando usted dice que no hay depuración interna, me parece que se equivoca. No hay depuración interna para la escala Ejecutiva y Superior, de Subinspector hacia arriba, pero a los de abajo, rara vez nos dejan pasar una. Ellos en sí son un grupo aparte. Casi impenetrable, que se protege entre sí. Si usted o alguno de sus colegas tuviera el tiempo para recopilar la cantidad de leyendas urbanas que cada policía de los de abajo tiene que contar sobre el accionar corrupto de sus jefes superiores no le alcanzaría una enciclopedia de diez tomos para publicarlo. 

Por eso difiero un poco en la forma en la que usted señala únicamente a mandos policiales simpatizantes de ARENA, porque espero que no crea que los simpatizantes del FMLN son los querubines de San Miguel Arcángel, que tampoco es mi santo.

Sinceramente, su libro me hizo llorar de tristeza, de impotencia, de decepción de saber todo lo que estos señores son capaces de hacer con su hambre de poder y dinero sin importarles lo que cada policía hace para satisfacer a la institución cuando ésta demanda ayuda. Quizá hubiese sido mejor no saberlo, como cuando la mujer se lo baja a uno, pero ahora ya es tarde, tenía curiosidad.
En este trabajo quizá es lo mejor no saber, porque el que más sabe corre más peligro. Es risible que dentro de un cuerpo de seguridad, nosotros los de abajo nos sintamos más inseguros que nadie. Del marero que se dará cuenta en el vecindario en qué trabajamos y buscará la forma de hacer números dentro de la pandilla, ya sea con nosotros o nuestras familias. Del compañero que por quedar bien con el jefe, le va a contar sobre nuestra opinión con respecto a su proceder. Del jefe que va a buscar la forma de hacernos entender por las buenas o por las malas, que no debemos refutar ni oponernos a su opinión o a sus procedimientos. Es como caminar solo y desarmado en la selva llena de animales carnívoros.

En conclusión, primero, no me parece que se refiera a la policía como un todo, porque aunque sí hay policías corruptos en las galeras donde descansamos, los peces gordos no están dentro de la mayoría, y a la par de sus chanchullos, los de los policías de la calle parecen travesuras de bichitos que igual no deben dejarse pasar. Segundo, no se vale que pretenda hacer ver como que sólo los militares son los puercos corruptos, porque los que suponían el cambio para nosotros creo que a veces han superado a sus maestros.

Finalmente, y luego de haberme desahogado, ojalá haya una secuela y no nos pierda de vista, siempre esté con el lápiz en el renglón.

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